Ante la insuficiencia humana llegaremos a nuestro umbral original mediante el regreso a lo fundamental. |
Las reformas parten de aceptar la existencia permanente de valores pre-establecidos que conforman un marco donde se desenvuelve la relación del hombre con su entorno. Los reformistas plantean que los valores dentro de este marco son susceptibles de ser mejorados de alguna manera, lo cual, fruto del egoísmo, consideran como más conveniente para sus intereses particulares, que por lo mismo, están en abierta contradicción al hombre como especie. Las revoluciones son similares a las reformas, pero postulan que el cambio debe ser hecho por medio de la inversión total o parcial del marco para, de esa forma, cambiar las relaciones entre hombres y los conceptos de valor. Las reformas y revoluciones, sean estas religiosas, políticas o tecnológicas, tienen en común que consideran al hombre como eje y no pieza de la humanidad. Ambas parten de la convención insuficiente, que las cosas son como parece que son, sin tomar en cuenta que las verdades científicas no son otra cosa que aproximaciones estadísticas, que la geometría es sólo una forma ventajosa de percibir las cosas y que lo sobrenatural es en esencia autocontradictorio. Esta concepción del hombre como supuesto eje ha llevado a la humanidad a usar las matemáticas como una herramienta para interpretar el mundo físico y a declinar el carácter sensible original del número que permitía reconocer en el mundo el ordenamiento armónico que lo sustentaba. Esta alejamiento ignaro de nuestras nobles estructuras intuitivas, generó conceptos ilusorios tales como historia, fe, creencia, religión, ética, leyes etc., que han tenido como consecuencia el relegamiento a un nivel supuestamente inferior de los fundamentos de estética necesaria, reciprocidad natural y la calidad de nobleza genuina de la intuición, elementos fundamentales de supervivencia de toda especie. En las reformas y revoluciones subsiste incuestionado, modificado o invertido el concepto de un aborrecible marco perenne que ha sido establecido a priori, ante el cual los hombres deben sojuzgar su libertad. El juego de reformas y revoluciones referidas a este marco ilusorio, por temor, ignorancia y falta de sensibilidad han tenido como consecuencia el aislamiento del hombre de su propia humanidad que, como otras especies y cosas, es sólo una forma de percibir y ser percibido. El
marco actual con su supuesto carácter inmutable, con sus reformas
y revoluciones no solamente no ha mejorado la condición del hombre,
sino que ha devenido en un conjunto de mecanismos insuficientes, ilusorios,
inadecuados y desventajosos que no permiten asegurar la supervivencia
armónica de la especie humana.
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La Refundación, con autoridad debida, en nombre de lo que no tiene nombre, por ser anterior y posterior a todo; de lo que nunca tendrá por voluntad y estructura propia; desde lo que felizmente queda de la humanidad original que somos; por necesidad propia de existencia y continuidad, Manifiesta que todo deberá ser destruido, para refundar lo mismo, pero esta vez desde la otra orilla, aún viva, de nuestra percepción. La Refundación surgida al pie de estos Andes generosos y fundamentales considera que para el reencuentro de los hombres con su propia humanidad, es necesario derrumbar este marco y hacer todo de nuevo a partir de una toma de posición en el umbral mismo del origen de nuestra propia especie. |
Este retorno deberá ser lúcido en su rigor, compasivo en su actitud, imaginativo en su potencia y sustentado en una actitud de reciprocidad estética hacia las cosas. Rechazará, por ello, los proselitismos políticos y mesiánicos, los liderazgos egoístas, propiciando el resurgimiento de la pureza de la amistad entre las cosas, que incluye al hombre. Cuando sea necesario por razones de reciprocidad natural o insuficiencia cultural, los refundadores señalarán clara y compasivamente características fundamentales de estos elementos para, que una vez conocidos o reconocidos los mismos, surja una nueva concepción de humanidad desde nuestro umbral príncipe. Esta nueva concepción será la más adecuada y ventajosa para la evolución de la especie humana. Ella incluirá no sólo la determinación precisa de las nuevas y renovadas características de ubicación del hombre como pieza y no eje de una configuración perceptiva de su realidad; sino también la activación racional de estructuras de percepción arquetípicas y, por lo tanto, adecuadas y ventajosas, que subsisten genética y culturalmente en nosotros. A ello habrá que agregar un prolijo y disciplinado trabajo en los niveles fundamentales del inconsciente común y del universo inmediato destinado a la creación de estructuras nuevas, que en la concepción de los refundadores, tengan como único fín la supervivencia de lo humano como especie eficiente, recíproca y necesaria. |
La Refundación no aceptará como factor determinante o inspirador a ninguna religión, ciencia, sistema o filosofía específica y en ello se diferenciará de los ilusorios fundamentalismos religiosos, económicos, raciales o políticos que llenos de dioses, liderazgos, influencias y poderes han llevado a la especie humana a un estado de desesperación suicida. La Refundación por ello relegará a la categoría de elementos solamente referenciables, prescindibles y en muchos casos despreciables, aquellas concepciones y sistemas filosóficos, religiosos, políticos o económicos que han alejado al hombre de su propia humanidad . La Refundación surge entonces, fruto de una auténtica necesidad de especie aquí y ahora teniendo como gran aliado al conocimiento evidente de nuestro propio origen. |
En el umbral original de nuestra especie está el número, la nobleza de nuestra intuición, así como el arte y capacidad perceptiva necesarios para nuestra sobrevivencia. En este conocimiento fundamental hecho evidente por necesidad, reside ahora nuestra posibilidad en libertad para hacer todo de nuevo; recreándonos a nosotros mismos en una nueva humanidad. Habiendo llegado el tiempo, la urgencia y la decisión; cualquier labor inferior será considerada, a partir de ahora, como algo impuro, absoluta y humanamente despreciable.
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